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FAENAS Y OPERACIONES

  • DESTETE

A la operación de separar las crías de las madres se llama «destete». A los ocho o diez meses de nacidas las crías se verifica la repetida operación, siendo practicada con gran habilidad por los vaqueros, quienes no obstante su pericia en estos menesteres, han de esquivar las acometidas de las vacas, que no se dejan quitar tan fácilmente sus retoños.

La separación suele hacerse en los corrales, como también a campo abierto, y con la ayuda de una piara de cabestros.

Existe otra forma que consiste en coger a mano los becerros, pero resulta más peligrosa y exige gran maestría y serenidad en los que hayan de efectuarla, por lo que no es tan habitual.

  • HERRADERO

Se da el nombre de «herradero» al acto que tiene lugar cuando a las reses jóvenes se les marca o pone el hierro distintivo de la ganadería.

El herradero se efectúa reuniendo en un corral los chotos con algún cabestro enlazando por la pata a cualquiera de los animales destinados a tal operación. Una vez sujeto se tira del cordel que sirve de lazo hasta lograr sacar al becerro a otro corral que comunica con el primero, donde entre los vaqueros y demás personal se le derriba, no sin grandes esfuerzos, y ya en tierra, inmovilizado por completo, se le aplica en los costillares el número correspondiente y en la nalga derecha, generalmente, la marca de la ganadería, todo ello por medio de hierros al rojo, que una vez retirados dejan profundas quemaduras. Acto  seguido se les rajan las orejas haciendo la señal acostumbrada en la ganadería inscribiendo en el libro de registro el nombre que haya de dársele, el del padre y la madre, su pinta y demás detalles o circunstancias especiales. Se les suelta al campo , continuando  con los demás.

Suele efectuarse dicha operación al separa los becerros de las vacas, aun cuando hay ganaderos que llevan a efecto a los pocos días de nacer, y otros más tarde, y como consecuencia se les pone tanto a los machos como a las hembras.

  • TIENTA EN CORRAL

Para llevar a cabo la prueba de bravura de las reses en esta forma se preparan aquellas con que haya de practicarse dicha operación, en un corral inmediato al lugar en que ha de efectuarse y de fácil acceso al mismo.

Los animales van pasando uno a uno del corral en que se encuentran reunidos al tentadero donde ya estará el tentador el tentador a caballo, empuñando la garrocha y aculado a la pared contra la querencia de las reses.

En el ruedo del corral o placita no habrá absolutamente nadie, excepto el tentador, y tras los burladeros algún auxiliar o incluso algún torero de confianza del ganadero para defender al jineteen las caídas o llamar la atención de la res o ponerla en suerte, pero no siendo en alguno de los permanecerá escondido y en silencio.

Generalmente la res al entrar en el corral y encontrarse sola se encorajina arrancándose al caballo. El tentador le pondrá un puyazo sin retirar el palo mientras aquella recargue, volviendo a ponerle tantas varas como veces insista en las acometidas.

De la manera que tiene de revolverse y acometer, y según el número de puyazos recibidos se deduce la clasificación que el ganadero hace de estas reses (buenas, regulares y malas).

Terminada la prueba se da suelta a la res, continuando la operación con las demás de igual manera.

  • TIENTA POR ACOSO

Esta operación se realiza en campo abierto y en un terreno lo más llano posible.

 Para llevarla a cabo se dispone el número de parejas de jinetes que se juzgue conveniente y el picador que haya de tentar. Tanto éste como los demás jinetes irán provistos de las correspondientes varas.

Una vez prevenidos los que han de acosar, una pareja o collera se dirige al punto donde se encuentre el ganado y saca a uno de los animales. El becerro, al verse acosado y separado de los demás,se espanta y emprende una carrera larga. La collera le persigue hasta que logra darle alcance en el instante en que la res va perdiendo algo de su vertiginosa marcha.

En este momento el jinete de la derecha monta la garrocha y, apoyándose sobre los estribos e inclinando el cuerpo hacia adelante y a la derecha, dirige la punta del palo sobre el cuarto trasero del animal y le derriba precipitadamente.

El jinete que marcha al lado opuesto va sirviendo de amparo al compañero y cortando a la vez el escape de la res.

Por lo general el becerro al levantarse emprende de nuevo otra huida, en cuyo caso le sigue la collera, cambiando de puesto los jinetes, pasando a derribar el que antes amparaba. Dicha operación se repite hasta que el becerro, apurado ya de facultades, se detiene y desafía.

El tentador, que estará prevenido, irá poco a poco acercándose a él, que es bravo, se arranca desde largo y aguanta uno o dos o más puyazos, según su calidad y resistencia.

En el acoso cada becerro da un juego diferente, mostrando como es natural, diversas condiciones. A unos cuesta trabajo hacerles salir del rodeo, por revolverse amparándose de los cabestros, en tanto que otros se lanzan a la carrera desde el primer instante. Los hay que se revuelven al verse perseguidos de cerca y otros derrotan contra los jinetes desmontados en cuanto tratan de levantarse.

Las faenas de tienta sirven para que el ganadero pueda apreciar las condiciones de bravura de las reses y saber cuáles han de ser lidiadas en corridas de toros , cuáles en novilladas y, por último, las destinadas a la castración o al matadero.

 

  • CASTRACION

Es la ablación o destrucción de las glándulas genitales.

A los animales que han sufrido dicha operación se les denomina bueyes y cabestros.

(Foto de Toros y Cabestros al fondo)

La castración produce en los individuos, a ella sometidos, notables cambios en órganos independientes de los de la generación como por ejemplo el temperamento, pasando a ser más tranquilo y menos irritable. Los cuernos crecen y se retuercen y la fiereza poco a poco va degenerando en mansedumbre, haciéndose por tanto los animales más manejables.

Los procedimientos empleados consisten en la extirpación completa de los testículos mediante instrumentos cortantes, o el seccionamiento de los cordones espermáticos por tracción , estrangulamiento, torsión etc…quedando, una vez seccionados dichos cordones, atrofiados los testículos.

  • CONDUCCIONES

La conducción del ganado de un sitio a otro bien para cambiarle de fincas o bien para llevar alguna corrida a sitio determinado, se verifica por jornadas y caminando, siendo elemento principalísimo en estos viajes la parada de cabestros, sin la cual sería imposible conducir y dominar a los toros, y mucho más difícil enchiquerarlos, en especial en algunas plazas carentes de condiciones para estas operaciones y las que hay que fiarlo todo a la pícara  maestría y viveza de los bueyes, a quienes el toro casi siempre sigue, aunque alguna vez se revuelva y acometa contra ellos, a impulso de su ciega valentía.

Estas condiciones a que nos referimos suele efectuarse desde la dehesa al encerradero donde hayan de ser encajonados los toros, y también acontece que siendo el encierro uno de los números más típicos del programa de festejos de algunos pueblos, el ganado ha de ir forzosamente caminado por cañadas hasta llegar cerca de la población, donde hace un alto en cualquier prado y queda descansando en espera del día señalado para la corrida.

Con la parada de bueyes que indefectiblemente a de acompañar a toda conducción de ganado bravo, suele ir cuando menos un par de vaqueros a caballo provistos de su correspondiente pica, y otros varios a pie, con hondas ya cayadas, para castigar a las reses que intenten desmandarse y acelerar la carrera de toros y cabestros en ocasiones en que es necesario ir al galope, cual ocurre en los encierros.

  • ENCIERROS

El encierro de los toros es el mayor atractivo que ofrece la fiesta en muchos pueblos, como Cuellar (Fiesta de Interés Turístico Intencional), Segorbe o San Sebastián de los Reyes (entre tantos)   y ciudades como son los de Pamplona, siendo éste el espectáculo más emocionante por sus sustos, carreras y peripecias.

 

Antiguamente, cuando en las grandes capitales se verificaban encierros , solían hacerse de noche, y en Madrid los sábados víspera de la corrida, y cuando llegaba la inaguración de la temporada, según refiere la Tauromaquia de Guerrita, «que no había un verdadero aficionado que tiendo un cordel a su disposición, dejara de salir con su traje de garrochista, su montura jerezana y su vara al hombro en dirección a los prados de La Muñoza, el Soto del Señorito o el Puente de Viveros, con objeto de apartar las reses y seguirlas luego por Coslada o Canillejas hasta los corrales de la plaza»

Continúa con otro párrafo relatando el paso en medio de la noche por caminos, veredas, caseríos, sembrados ondulantes al impulso del vientecillo de abril, siguiendo a los toros y dentro del más absoluto silencio, interrumpido solo por el medroso sonar de los cencerros y el eco de ladrillos lejanos, hasta dar vista a la plaza en la que se ve brillar una luz roja.

Hasta el momento de divisar la luz, el ganado ha llevado un paso de camino, pero al llegar a las inmediaciones de los corrales el vaquero de a caballo que va delante galopa, y los de a pie se ponen en ala a los lados de los toros, la luz brilla más cerca y ya se percibe la manga, o sea una larga barrera colocada desde los límites del camino hasta la entrada del corral.

A fuerza de gritos de «toro, toro» se logra que las reses aceleren la marcha hasta que, como una tromba, penetran en el corral. Entonces las grandes puertas se cierran, el jinete delantero, que ha entrado primero en el patio, pica espuelas y sale por otro portón, que se ciera tras él. Y el encierro está terminado.

  • ENCAJONAMIENTOS Y DESENJAULES

El medio más rápido, seguro y corriente hoy en día es transportar los toros encajonados en jaulas revestidas por dentro por planchas metálicas y cuya altura es de unos dos metros, por dos y medio de longitud y casi un metro de anchura.

Dichas jaulas llevan a cada extremo una puerta corredera de abajo a arriba y van montadas sobre ruedas para su más fácil transporte desde el encerradero a la plaza. El cajón o jaula lleva en el techo una mirilla , que sirve para ver y cuidar al toro durante el encierro, y va provisto del correspondiente bebedero para el agua.

Los encerraderos donde se llevan a cabo estas operaciones se componen de un corralón espacioso donde aguarda el ganado el momento de su encajonamiento y otros dos o más de menores dimensiones, todos ellos en comunicación por medio de compuertas que se manejan desde arriba por medio de maromas.

El último corralillo por el que pasa la res tiene la salida en forma de túnel, al final del cual se adosan los cajones, unos tras otros convenientemente sujetos y con las correderas levantadas, excepto la posterior al último cajón. Encima de las jaulas se colocan personas prácticas, que a medida que van entrando los toros dejan caer rápidamente las puertas, dejándolos cerrados.

Por lo expuesto se ve que el toro va pasando de un corral a otro, y al llegar al último no encuentra más salida que la del túnel por donde se precipita en su huida recorriendo los cajones, pero al llegar al de cola cae la puerta anterior del mismo, después se deja caer la posterior de inmediato, y al entrar el toro en éste cae la anterior, y así sucesivamente hasta quedar enjaulados todos los toros.

El toro en la jaula va perfectamente por largo que sea el viaje y si en las primeras horas del encierro no quieren comer ni beber por la rabia que les produce el hallarse imposibilitado y la propia excitación nerviosa de verse prisionero, termina por acostumbrarse al estrecho recinto, satisfaciendo después casi normalmente sus necesidades.

Para desencajonarlos basta levantar cualquiera de las puertas de la jaula, siendo conveniente que salgan los animales de espalda y haya en el corral, en el ruedo o donde sean desenjaulados algunos cabestros para evitar que se corneen, cosa que ocurre frecuentemente y de lo que resulta la inutilización e incluso muerte de la res.

 

TEXTO DE GUIZANCHO Y RAMON GONZALEZ

 

Club Taurino Bilbao

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21 Ene, 2020

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